SEMANA MUNDIAL DEL AGUA, DEL 23 AL 28 DE AGOSTO
El uso del mar como elemento terapéutico es tan antiguo como la propia humanidad. Plinio el Viejo (ca- 23-79) en su Historia Natural, Libro XXXI,33, menciona la “thalassomeli”, bebida compuesta por agua de mar, agua de lluvia y miel, que dejada reposar durante un tiempo, era útil para aliviar el vientre sin provocar molestias. La sal se ha considerado en el mundo antiguo como uno de los elementos indispensables para el tratamiento de enfermedades. También se aventuró a indicar que: “Un sextario de sal por cuatro de agua tiene el poder curativo y las características del agua de mar más salada. Pero se considera más razonable mezclar la medida de agua antes indicada con ocho ciatos de sal porque así calienta los nervios y no irrita el cuerpo”.
No fue hasta que a principios del siglo XX René Quinton (1866-1925), reparando en la similitud fisiológica del agua de mar y el plasma sanguíneo de los mamíferos le llevó a proponer que tal vez sustituyendo el plasma sanguíneo del enfermo por agua de mar (“plasma marino”) debidamente tratada, se podrían curar determinadas enfermedades. La obra de Quinton, junto a las de Jarricot, Robert Simon, Lacheze o Mace, se basan en el principio de la regeneración del medio interno empobrecido, por medio de agua de mar purificada. Esto da como resultado una composición equilibrada y completa, con el fin de permitir que se reconstruya sistemáticamente el medio interno, las células y por lo tanto restablecer la homeostasis.
El trabajo de Quinton y sus colaboradores se ocupó de varios tipos de trastornos cutáneos, astenias neurovegetativas, anorexia, caquexia, la diarrea infantil aguda, deshidrataciones profundas, gastroenteritis, tuberculosis pulmonar, el cólera o el tifus. Los resultados que se obtuvieron a partir de los descubrimientos y el trabajo de estos pioneros han servido de base para las nuevas investigaciones.
PERO, ¿CÓMO TOMARLA?
El agua de mar tiene una concentración de 36 g de sal (NaCl) por litro, frente a los 9 g por litro que tiene nuestro organismo.
Si tomáramos agua marina directamente, la concentración de sal en nuestro cuerpo aumentaría tanto que los tejidos deberían liberar agua para que la concentración de sales volviera a ser 9 gramos por litro. Esto podría provocarnos diarreas, y en consecuencia, deshidratación.
Por eso lo más conveniente es tomar agua de mar ISOTONIZADA, es decir rebajada con agua dulce. Teniendo en cuenta la proporción de sal que contiene el agua de mar, lo recomendable es no tomar más de un cuarto de litro por día, y en una proporción de 3 partes de agua dulce por 1 de agua de mar.
Históricamente la utilidad terapéutica del agua de mar, vía oral, se ha centrado en tres genéricas líneas de acción:
- Recargar hidroelectrolíticamente el organismo. Las sales, a través de los mecanismos de presión osmótica y de la regulación renal, aseguran el balance hídrico del organismo con lo que se asegura una adecuada aportación hidroelectrolítica en patologías agudas como deshidratación, diarreas agudas, shocks hipovolémicos, quemaduras y reanimación pre y postoperatoria así como regular patologías crónicas graves con carencias, desmineralización y espasmos.
- Reequilibrar las funciones a nivel enzimático. Los minerales marinos en forma de plasma marino tienen una biodisponibilidad excepcional y afectan al conjunto de ciclos metabólicos, generales y específicos; por ejemplo, modificando las estructuras, las secreciones hormonales y la producción de anticuerpos. Esto se aplicaría particularmente para las enfermedades graves en las que el tratamiento de terreno mineral se impone como un complemento a menudo inevitable.
- Regenerar las células. El plasma marino no actúa contra un síntoma concreto sino que contribuye al buen funcionamiento global del metabolismo. Regenera el medio interno favoreciendo de este modo la actividad celular y, con ella, toda la actividad orgánica.
